Nueva columna semanal para este sábado sobre artistas, pintura y Móstoles. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Pintura rápida
Margarita se encuentra a la espera desde comienzo de mes y, como cada año, no puede evitar preocuparse un poco. No es una preocupación grande, es más bien el deseo de poder pintar un año más y seguir aprendiendo y mejorando; es una preocupación pequeña, como un grano de arena que se tolera con estoicismo en el zapato, porque le entristecerá no aparecer en la lista de aceptados y no sabrá cómo seguir pintando y aprendiendo. Éste es su tercer año y comienza a sentir que los años sin ese curso empeorarán, serán diferentes y perderá de nuevo algo vital. Se apuntó hace varios días, ilusionada como en sus tiempos de infancia, al curso gratuito de pintura que imparte el Centro de Día Juan XXIII. Cada año exponen sus pinturas en la Plaza del Pradillo y eso también la emociona gratamente; es un día que disfruta con una sonrisa tan profunda que acaba por dibujarse en su semblante proyectando una luz que no pasa desapercibida.
Mientras espera, ha podido saber, a través de la hermana de su cuñado, que se ha convocado un Certamen de Pintura Rápida en Navalcarnero. Margarita habló enseguida con su hija para que la acercase a la localidad, a escoger la ubicación en la que situarse y el motivo de su cuadro, ya que ha de comunicarla a la organización en el momento de inscribirse. Solo transitar por las calles de Navalcarnero para seleccionar el lugar, la ilusionó y le alegró el día. No puede describir lo que siente cuando pinta, es algo que ha de vivirse, es una pasión que alboroza el alma y que da sentido a una vida. Sucede en todas las artes, quizá sea lo más hermoso del arte: el proceso de creación que se inicia desde el momento mismo en que aparece la idea seguida de un arrebato de intención, y que cabría pensar que finaliza con la obra de arte acabada. No es así porque, tras la finalización de la obra, se encuentra la mirada única de cada espectador, que otorga una interpretación diferente y plural. Podríamos decir que la obra llega a su fin cuando se resguarda de toda mirada y el fin último de una obra es ser observada y disfrutada de manera perenne. Se crean para perdurar.
Tengo entendido, y no he encontrado evidencias objetivas que lo desmientan, que nuestra ciudad celebró en el 2019 su décima y última edición del Certamen de Pintura Rápida Villa de Móstoles. Algo que entristece, sin lugar a duda, dado que, bajo mi moderado punto de vista, no existe obstáculo presupuestario alguno para su celebración y mantenimiento anual, aún menos considerando con la afortunada existencia del Museo Centro de Arte Dos de Mayo en nuestra ciudad. ¿Qué nos ocurre para obviar durante cinco años una actividad tan relevante y significativa? La mayor parte de los participantes en el Certamen de Pintura Rápida de Navalcarnero son mostoleños. Margarita disfrutaría pintando calles de su ciudad en una nueva edición del Certamen de la Villa. Gozaría siendo premiada o, incluso, finalista y contemplar su obra expuesta en el CA2M junto al resto de finalistas y premiados. Gozaría con tal solo tener la oportunidad de participar y disfrutar pintando esa mañana en un lugar de Móstoles para el Certamen. Sería algo vital no sólo para ella sino para los espectadores, para los amantes de la Cultura y del Arte, aspectos que deberían calar como lluvia fina en todos los estratos de una sociedad.
Sí, claro que pueden organizarse estos certámenes de manera privada, por Asociaciones y grupos culturales que, finalmente, requerirán de la cesión de espacios y de la ayuda de los organismos consistoriales. ¿No es más sencillo sentirnos orgullosos de un Certamen organizado por el propio gobierno local? Un Certamen al que puedan presentarse vecinos de distintas localidades y que hable, voz en alto, de nuestra Villa, que muestre rincones y puntos de vista de nuestras calles y paisajes, y que promueva a artistas que permiten con su arte la perdurabilidad de éste nuestro pequeño mundo al que llamamos, con orgullo, Móstoles.
Margarita desearía salir a la calle, pintar un día la emblemática Fuente de los Peces, quizá al atardecer o tal vez en una mañana en que los rayos de sol dibujen sombras hermosas que la realcen. Ha pensado en dibujar al hombre sentado en el banco de la Plaza del Pradillo. Se trata de una escultura a tamaño real que homenajea —cito—«a los mostoleños que, en tiempos pasados, tenían su punto de encuentro aquí, en la “barbacana”, cuando sus quehaceres cotidianos se lo permitían». La barbacana es un muro bajo que rodea las plazuelas y una construcción fortificada para defender un pueblo. Hay cierto simbolismo en la escultura. Algunos gustan de hacerse fotos junto a aquel hombre que parece esperar la eternidad a que lleguen los amigos para irse de parranda y charlar sobre sus cosas. Margarita encuentra muchos puntos que pintar e inmortalizar en la ciudad, pero no se atreve. Imagina que la Policía Municipal la echará en menos que canta un gallo la primera nota, tiempo en el que ella apenas ha colocado el caballete y los utensilios. Y, aun en el supuesto en que llegara a realizar algún trazo, no imagina en absoluto cómo trabajar con tanto transeúnte en algunos lugares emblemáticos. Sonríe ahora. Acaba de imaginarse pintando una panorámica del Ayuntamiento y la Plaza de España. Una panorámica en la que se recorte la silueta del edificio consistorial en un cielo atardeciendo a la llegada del otoño. No puede evitarlo, la pintura es una pasión. Como todo arte que corre por las venas, hierve la sangre en determinados momentos. Ha pintado un hermoso caballo blanco en movimiento para su hija Verónica, también pintó uno negro. Ha pintado un hermoso retrato picassiano y la imagen de una bella y colorida indígena haitiana. No desea limitarse, no piensa siquiera en si podrá con el reto. Aprende cómo hacerlo, establece una estrategia y se pone manos a la obra como si le fuera la vida en esos instantes. Lo cierto es que, lejos de írsele, la vida la asiste, renueva el aire que respira y proyecta todo su ser sobre cada trazo, sobre cada color matizado y sobre cada aliento que el cuadro, en su proceso de salir a la luz, toma como propio para llegar a la vida.
Inusitadamente y mientras escribo, me encuentro a la espera de la decisión del Centro de Día Juan XXIII. Soy consciente de que han de considerar todas las solicitudes como si fueran nuevas cada temporada, porque es la manera de otorgar las mismas oportunidades a todas las inscripciones, sean nuevas o conocidas. Tengo en cuenta, igualmente, la dificultad de dar amplia cobertura a todas las necesidades del municipio. Solo queda esperar que los cielos que cubren nuestra ciudad tengan a bien concedernos alguno de nuestros favores. Deseo que Margarita y tantas personas en su situación continúen pintando, creando y descubriendo fuentes de inspiración en nuestra ciudad, en sus calles y rincones, en su Historia y en las personas comunes y extraordinarias que la habitan y llevan más de una vida en su regazo. Sólo queda esperar que la mirada consistorial no aparte la mirada del arte a toda escala, porque el arte es Cultura, es Historia y es identidad. Se debería promover y motivar la perpetuidad de nuestros artistas con independencia de su edad, de su género y de su raza. Reconozcamos su trabajo y su función vital en la sociedad. Concedemos tanta vida con tan poco… Ojalá hubiera plazas abiertas para tanta demanda; demandas jóvenes, adultas y de toda edad. Máxime de toda edad, porque la vida no acaba cuando finaliza el trayecto laboral, mas bien inicia una nueva etapa, una nueva temporada vital de aprendizaje y realización. Personalmente, agradezco a los artistas incombustibles y eternos que nos colmen con su gracia y su talento, incluso más allá de toda limitación y obstáculo. Agradezco su permanencia, su persistencia y el amor que ponen en cada trazo, cada nota, cada gesto y cada palabra; en cada esfuerzo y en cada sacrificio. Os animo a descubrirlos en cursos y exposiciones, y en vuestro entorno inmediato. Móstoles es fértil en talento artístico, puedes percibirlo enseguida; puedes sentirlo apenas observar una pintura rápida.
Autora del cuadro de la fotografía de portada: Margarita Miñambres Rodríguez.
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