Nueva columna semanal sobre el teatro del municipio. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Teatro
El Teatro del Bosque se inauguró el ocho de marzo de 2003 con la obra Mefistófeles interpretada por Compañía Lírica. A grandes rasgos, Mefistófeles (o Mefisto, entre otras variantes) es un demonio de la tradición alemana, subordinado de Satanás y encargado de capturar almas. Su victoria sobre las grandes masas, logrando que dejen de considerar a Dios el centro de todas las cosas, implicó su propia derrota al perder él igual significación por el mismo motivo. Podría decirse que esa primera representación fue una declaración de intenciones del Teatro del Bosque, en cuanto a capturar almas con la música y el teatro, entre otras artes y eventos que acontecen en sus tablas, se refiere. Lo hizo para colmarlas de satisfacción y procurar vivencias inolvidables y emocionantes a sus vidas. Buen ejemplo de ello fue la velada del pasado martes ofrecida por Cerca de las Estrellas, de la emisora Globo FM. El aforo desbordado, atronadores e incesantes aplausos y el público en pie durante varios minutos. Fueron dos horas de clásicos inmortales con música de Los Brincos, Juan y Luz Pardo y Phil Trim, entre otros.
Desde su inauguración, el Teatro madura como los buenos artistas, convirtiéndose en un ídolo y en una referencia de la Cultura en Móstoles. Aunque realiza múltiples actividades y acoge diversos eventos, la programación anual de Escena Móstoles es la más relevante y aplaudida. Cabe congratularse de la capacidad política y social de la Villa para mantener tan viva esta programación cultural a lo largo de más de dos décadas y dotar de un corazón sano a un lugar tan emblemático como el Teatro del Bosque. Escena Móstoles realiza programas como Mediación Cultural (actividades educativas y de mediación desarrolladas por el Área de Artes Escénicas del Ayuntamiento y el Teatro del Bosque), LeeMost (interesante encuentro con la literatura dramática que aúna lectura del texto, puesta en común del mismo y asistencia a la representación), Residencias técnicas (espacio de trabajo para Compañías y autores profesionales), Escuela de Espectadores (emocionante espacio de análisis previo de las obras que serán representadas a continuación), Entre Bambalinas y los programas Escenas (Bosque, Crisol, Vivo y Club de Jazz), como destacados, además de la bienaventurada ludoteca para hijos de espectadores.
Este año acuden (han acudido ya, en algún caso) reconocidos profesionales artísticos a mostrar la excelente calidad de su trabajo. Artistas de la talla de Aitana Sánchez Gijón, Carlos Hipólito, Javier Cámara, Jorge Pardo o Carmen Linares. Acoger cada año a artistas de renombre es otra de las virtudes de la programación cultural de Móstoles. Lugares como el Teatro del Bosque brillan con color en el epicentro cultural de la ciudad. Hablo de estos aspectos cuando me refiero a la capacidad política y social de Móstoles para mantener viva una programación cultural, con independencia del signo político que gobierne el Consistorio y de los aciertos o desatinos de cada política llevada a cabo. Detrás de todo eso, existen profesionales manteniendo programaciones como Escena Móstoles y dedicando su vida a la Cultura como manos que mantienen firme un andamio y espíritus que aportan aliento a cada función, a cada espacio, cada programa y cada evento. No debemos olvidar que hay personas haciendo posible toda función y que los actores no están solos. Hay lágrimas y sonrisas, y hay aplausos que reconfortan. Desde un lado, resulta sencillo sentarse a dirimir si brilla el sol o si las nubes deparan tormenta, o si una cosa o la otra es buena o mala. Desde ese lado, no es posible contemplar el cielo ni el horizonte, pues un tronco de madera oculta la visión de cualquier panorámica, reduciéndola al detalle de un área diminuta de la corteza del árbol, en el mejor de los casos. El arte, en particular, y la cultura, en general, nos enseñan a tener una perspectiva más amplia del mundo y de la vida, y esa es la mirada que nos descubre grandeza y nos muestra espíritu. Esa es la mirada que debemos agradecer, por todo lo positivo que nos aporta.
El teatro es algo grandioso. Tenerlo en las venas es sentir los latidos del corazón en el aliento. Deja que te muestre, espectador, una visión somera de lo que da vida al espectáculo del que disfrutas y te hace sentir. De entrada, un dramaturgo ha de conocer bien a sus personajes y cada detalle de sus escenas a la hora de escribir. Habrá de responder preguntas del director y de los actores, entre otros, sobre su personalidad y sobre el trasfondo de las escenas para poder materializar una idea escrita con los matices del director y de los propios actores. Después está el escenario, el attrezzo, la configuración del espacio que se mostrará a tus ojos expectantes y otros muchos detalles que el regidor ha de idear, como la iluminación. Y no olvides a los técnicos, que realizan una labor primordial y han de coordinar su trabajo al segundo.
La grandeza de la dramaturgia es la vida que cobra un texto y que no depende de una única persona sino de un equipo de personas que, además, puede variar de manera constante. Cada persona aporta un prisma, una lectura y una visión que enriquece el texto. Hay magia en dar vida a las palabras escritas. No es algo cerrado al milímetro sino algo que suma almas. Cuando disfrutas de la función, disfrutas del personaje, del actor o de la actriz que lo interpreta y de un instante que no se repetirá jamás, pues en él influye incluso el estado de ánimo o las circunstancias personales del profesional que da vida al personaje y, con él, al acto de la función. Dime si no es magia cuando, de pronto, todo aquel esfuerzo mueve tus emociones y tu pensamiento en un instante. He aprendido del teatro, aunque no solo de él, confieso, que la visión propicia para comprender cada detalle del mundo y de la vida, procede de la perspectiva con que se contemplan ambos. El arte y la cultura aportan esa perspectiva, pero también nuestro espíritu y nuestra apertura al aprendizaje. El teatro no solo es entretenimiento sino enseñanza y reflexión. La cultura nos aporta el espacio para meditar, aprender y crecer como individuos y como pueblo.
Sí, existen baches, defectos e imperfecciones, pero no sólo. En hilo con las palabras aventuradas de Daniel Martín, actual concejal de Cultura, Desarrollo y Promoción Turística, en el programa de Escena Móstoles de este año, una buena manera de analizar el criterio aplicado a la programación cultural, y no sólo a ella —añado—, es medir el color (novedades ofrecidas), el pulso (ocupación del aforo), el tono muscular (relevancia de los artistas y Compañías), los reflejos (estrenos, apuestas y riesgos) y la respiración de la temporada. La respiración es señal de vida; sin respiración, sabemos que sobreviene el fallecimiento. El equipo de Cultura mide esta respiración por el aprendizaje adquirido por ellos mismos cada temporada. Este es un aspecto que me parece vital, en el amplio sentido significativo de la palabra. Sin aprendizaje, no hay respiración; sin respiración, no hay vida. Parafraseando sus palabras, «un aprendizaje que puede resultar doloroso. Porque solo puede haber evolución si hay riesgo de extinción». Hace referencia a las teorías evolutivas de Darwin que, como acepta en su cierre de discurso escrito, es otra historia, pero bien traída en el sentido que apunta el naturalista británico: en el sentido de competencia con otras especies, y en línea con la inteligencia y el talento necesarios para el aprendizaje y la adaptación indispensables para la supervivencia, para respirar y pervivir.
El teatro es respiración y parte inherente de la cultura, no sólo en sus formas más clásicas y tradicionales sino también en sus formas contemporáneas e innovadoras. No solo el teatro sino muchos aspectos de la cultura y de nuestra vida personal, que también es cultura. La perspectiva de nuestra mirada debe respirar y nuestro corazón necesita respirar. Es reconfortante saber que el equipo de personas responsables de la Cultura en Móstoles se preocupa de aprender, aunque el aprendizaje conlleve dolor y, sobre todo, cuando lo conlleva. Reconforta saber que la programación se preocupa de su salud muscular, de sus colores, del pulso de su corazón, de su reflejo en un espejo y de la respiración adecuada, aquella que nos permite no solo seguir viviendo sino hacerlo en armonía con el resto del cuerpo, incluyendo la mente. Un corredor de fondo sabe bien de esto.
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