Utilizadas en muchas ocasiones como bodegas o fresqueras. El colectivo Amigos de la Historia de Móstoles nos invita a conocer la historia de las cuevas de la ciudad.
El pasado 3 de octubre se celebraba el Día de la Arquitectura. Desde la Asociación de Amigos de la Historia de Móstoles (AHIMOS) nos invitaron a conocer uno de los vestigios menos populares o puestos en valor de la ciudad de Móstoles, sus cuevas. El colectivo Amigos de la Historia de Móstoles nos invita a conocer la historia de las cuevas de la ciudad. Porque si bien es cierto que de las de Navalcarnero se habla mucho, sobre Móstoles no se conoce tanto en cuanto a las galerías que horadaban el suelo. La función de estas cuevas en la mayoría de los casos es puramente práctica. Son bodegas o fresqueras para guardar vino o aceite en tinajas u otros productos.
Ahimos lo explica “Estas bodegas, excavadas en suelos calizos o arcillosos como el que pisamos en Móstoles, mantenían una temperatura de entre 14 y 20ºC durante todo el año, lo que, unido a cierto nivel de humedad y ausencia de luz solar, las hacían el lugar idóneo para almacenar vino”. Una de las subáreas de la Denominación de Origen Vinos de Madrid es la zona suroeste con Navalcarnero casi como capital vitivinícola de la comarca, pero Móstoles fue importante productor de vino entre los siglos XVII y XIX.
Evidentemente las cuevas tuvieron más usos a lo largo del tiempo como nos cuenta Ahimos “También pudieron ser usadas y, de hecho, consta que se usaron en las guerras, a modo de refugios, pero ese no era su objeto inicial. Solían revestirse, interiormente, de ladrillos, y con estos se hacían arcos para sujetar la bóveda de cañón con la que solían cubrirse. Además, podían ser más estrechas en la parte baja que en la parte alta, para que las fuerzas de empuje no las acabasen hundiendo. En los laterales era frecuente que hubiera huecos o concavidades para encajar las tinajas”.
Recorridos
Como bien corroboran desde Ahimos algunas cuevas sí que estaban conectadas, pero se debía más a una situación pragmática que otra cosas. En muchos casos es porque eran del mismo propietario y luego, al heredarse las bodegas se dividían entre varios herederos más que una red de interconexión de todo el pueblo “Los testimonios de recorridos largos pueden deberse más a una mala orientación del testigo bajo tierra, y a una sobrevaloración de su longitud, que a una realidad; a menudo los relatos se interrumpen con puertas tapiadas o conexiones cerradas por derrumbes, lo que deja volar la imaginación”. No todas las casas de Móstoles tenían cuevas. Eran frecuentes en casas de labradores o propietarios de viñas. Tampoco se puede decir con exactitud cuántas llegaron a existir puesto que algunas se abandonaban, cambiaban el entramado urbano, otras se colmataban. Según Ahimos “El Catastro de Ensenada (1752-53) nos permite situar las cuevas que había entonces en Móstoles (22), al describir cada propietario su casa con sus linderos y sus dependencias”. En torno a 1878 se sabe que “Había una en el hospital, en la c/Madrid, 6 y 13 (actual Avda. de la Constitución), en c/Hospital, 2 y 8 (actual Colón) y hasta en la casa que fue de Juan Pérez Villamil en la calle que lleva su nombre”.
Según el colectivo “la que, quizá, es la última cueva que queda en pie, aunque es privada y no accesible al público. Está en la misma c/Andrés Torrejón”. La historia de las cuevas podemos leerla en las redes sociales de Ahimos o en el vídeo de su canal de YouTube.
Una vez más destacar desde estas líneas la impecable y sobresaliente labor de difusión de la historia de Móstoles que hace este colectivo. Un ejercicio cultural que nos permite conocer más la ciudad. Quienes somos y de dónde venimos.
Fotos: Asociación Amigos de la Historia de Móstoles
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