Nueva entrega de Orgulloso para este mes de octubre del periódico en papel. Los mozos de Móstoles

No sé si éramos más gamberros o felices, pero aquella tarde fue de las buenas. Salimos todos en la foto, mira qué pintas. Las camisas remangadas, los pelos revueltos y las caras llenas de esa alegría que solo daban las fiestas del pueblo. Estábamos en la plaza de Palos, nuestro rincón favorito, ese donde pasaban cosas que no se olvidan, aunque pasen los años.

Los mayores estaban a lo suyo, bailes, charangas, abrazos. Nosotros, los mozos de entonces, nos buscábamos entre las peñas, con la risa fácil y el estómago vacío. Pero ya ves… en la imagen no faltan ni los churros ni el brandy. Qué banquete. Uno de los chicos apareció con la botella como si llevara un tesoro. Otro con los churros ensartados en una caña, y ahí nos juntamos todos, posando como si fuésemos los reyes de la verbena.

Al fondo se ve la plaza de Palos, con esas vallas de madera que nos parecían gigantes. Detrás de la cámara, seguro que estaba alguna madre vigilando, o algún padre riéndose por lo bajo. Y hoy, tantos años después, esta imagen nos la ha regalado Rocío Delgado González. Gracias, Rocío. Porque al verla vuelven los olores, los sonidos, las voces de entonces.

No teníamos móviles, ni falta que hacían. Teníamos pandilla, bromas, ganas de pasarlo bien y un pueblo que era puro corazón. Y ahora, cada vez que vuelvo a la plaza, no puedo evitar cerrar los ojos y volver a ese momento. Éramos niños, éramos mozos, éramos Móstoles en su esencia más pura.

Pongamos que hablo de Móstoles.

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