Columna semanal sobre la venganza que puso en jaque a toda una administración. Móstoles Insólito: Relato 33. Expediente Sánchez
Siempre llegaba la primera, pero no para atender a nadie. Se encerraba en su despacho acristalado con vistas a ninguna parte y bajaba la persiana opaca.
Un café largo —sin azúcar, por orden médica— y una carpeta roja con el membrete: Coordinación Técnica de Programas Transversales.
Se pasaba las mañanas bloqueando propuestas, tumbando memorias técnicas y devolviendo informes “para revisión” con una marca en rojo que solo ella entendía.
Al alcalde lo tuteaba cuando le convenía, pero si le mencionaban una urgencia ciudadana, se refugiaba en el reglamento como en un búnker.
Ningún proyecto del área donde trabajaba prosperaba si ella no lo autorizaba. Y si prosperaba, lo hacía tarde y mal.
Acababa de cumplir 64, y ya contaba los días que le quedaban para la jubilación con una app en el móvil que mostraba la cuenta atrás en segundos.
Constantemente colgaba en LinkedIn artículos que hablaban de liderazgo, ética profesional y servicio público como vocación.
Amparada por su plaza de funcionaria de carrera, se reía de los técnicos interinos, de los concejales nuevos y hasta de los ciudadanos que protestaban.
Los expedientes se amontonaban en la bandeja de entrada como hojas secas. Ella firmaba uno cada semana… cuando le apetecía.
Varias asociaciones del municipio intentaron plantear una queja formal, pero el documento quedó enterrado en una comisión que nunca se convocó.
Orgullosa de su hoja de servicios, presumía de haber sido clave en “la transformación administrativa de Móstoles”, aunque llevaba años entorpeciéndola.
Ahora entiendes por qué hicimos lo que hicimos, ¿no?
No lo decidimos en caliente, ni fue cosa de locos. Fue fruto de muchos años de desgaste, impotencia y silencios tragados. Lo que empezó como una reunión vecinal para “buscar soluciones constructivas” terminó por convertirse en algo más… letal. Una V de vendetta.
José, el presidente de la asociación de vecinos de Estoril II, llevaba tres años intentando que se aprobara el proyecto de huerto comunitario. Lo tumbó ella.
Maite, madre soltera con un hijo con TEA, pidió una ayuda para adaptar el baño de su casa y… “informe denegado, no cumple criterios técnicos”. También ella.
Incluso un técnico municipal de participación ciudadana, “uno de los suyos”, nos contó entre susurros que ya no podía más: que se cargaba todo lo que no le gustaba. Por rutina. Por soberbia. Por desidia. Por pura incompetencia.
No hubo plan maestro. Solo hartazgo.
Nos citamos en un local vacío cerca de la estación de Renfe. Éramos siete. No todos participaron directamente, pero todos sabían. Fue rápido. Preciso. Vestidos como operarios de mantenimiento, entramos por la puerta trasera del edificio administrativo a las ocho y cuarto de la tarde. Ella seguía en su despacho, revisando un Excel que probablemente acabaría en la papelera.
No gritó. Ni siquiera se resistió. Creo que pensó que era una broma. O que no nos atreveríamos.
Su cadáver apareció a la mañana siguiente colgado de uno de los arcos centrales de la Plaza del Pradillo, cerca de la escultura de Andrés Torrejón. Llevaba su traje gris perla, su colgante con iniciales en plata, y una nota manchada con su propia sangre clavada al pecho con una chincheta dorada de tablón municipal.
TOMA NOTA.
TÚ SERÁS EL SIGUIENTE.
Desde entonces, todo cambió.
Los expedientes empezaron a moverse. Las convocatorias salían en plazo. Algunos técnicos, de esos que no colaboraban nunca, comenzaron a atender llamadas, y por primera vez en mucho tiempo, esos a los que todo les importaba un mierda, comenzaron a escuchar. Nadie dijo nada oficialmente.
La alcaldesa habló de “un trágico suceso todavía bajo investigación”. Pero todos lo sabían. Incluso tú lo sabes, aunque no quieras decirlo.
Quizá pienses que fuimos monstruos. Que nos pasamos de la raya. Que hay límites. Puede. Pero a veces, lo único que puede romper el bloqueo es un susto que haga temblar las raíces de la administración más insidiosa. Y lo dimos. Uno fuerte. Uno que quedó grabado para siempre en el expediente más temido de este ayuntamiento: el expediente Sánchez.
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