Segunda parte de este articulo de opinión sobre el amor, el verano y las fiestas de Móstoles. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Enamorarse Y/2
Estamos en septiembre. Todos han regresado de vacaciones. Beni se ha quedado este año porque sus padres no tenían planes para salir. Ni dinero. Son cinco y Beni piensa que ellos tres comienzan a pesar. No lo piensa de manera despectiva, solo comprende la situación. No son tan niños ya. Beni es el del medio, Luis es el mayor y Dani el pequeño, con el que se lleva un par de años. Luis tiene un curro temporal en un almacén, tampoco hubiera podido venir. Lo común es pensar que pasas un mal verano si no sales a algún lugar chulo, a la playa o al pueblo, o haces un viaje al extranjero o, al menos, a otra provincia. José habrá estado en algún país, sus padres lo llevan todos los veranos a conocer algún lugar nuevo allende nuestras fronteras. Quizá por eso atrae a las chicas. Beni se ha quedado y ha pasado un buen verano: con todos sus amigos fuera, ha podido estar tranquilo. Sonríe con la mentira piadosa. Ha pasado un buen verano, ha disfrutado con la Verbena en la Plaza de la Cultura. Sus padres se han acercado casi todos los fines de semana y él ha ido con ellos porque después tomaban algo por los alrededores. Beni se lleva bien con sus padres y es algo que aprecia. Se ha encontrado con colegas de clase y con gente que conoce, y ha quedado con ellos algún que otro día. Este verano, además, le ha dado tiempo para leer, escribir, darse unos baños en la piscina, estudiar algunas cosas interesantes e, incluso, arreglar la bici de Dani. No se ha aburrido, desde luego. Beni es una persona inquieta, pero tranquila. Escribe alguna poesía de vez en cuando y toma nota de algunas ideas que le vienen para escribir relatos que no se decide a escribir. Piensa mucho en Paula, sabe que ella le ve como amigo, pero él es amigo porque la ve de otra manera, porque inspira más de una y de dos poesías y porque le cambia los ojos con que mira el mundo. Todo es diferente cuando está ella y le encanta acompañarla a casa porque, prácticamente, son los momentos en que puede estas a solas con ella. Hace un par de años le regaló un corazón blanco cuando paseaban todos por el mercadillo artesanal. Le gustan esas cosas y colecciona un recuerdo de las Fiestas cada año. Le salió sin más. Ella exclamó: «¡Qué bonito, Maite, mira!». Maite asintió y enseguida la mostró los bolsos de tela vaquera del puesto de al lado. Beni se dejó llevar por el impulso y lo compró para regalárselo cuando la acompañara después a casa. Recuerda que, al día siguiente, escribió un poema inspirado por eso. Hubiera estado bien dárselo con el corazón, pero ya era tarde, así que lo conserva en su cuaderno.
Todos han vuelto de vacaciones y ayer abrieron la feria. Las chicas estaban como locas por ir, así que se reencontraron todos allí. Paula está entusiasmada con las Fiestas, le gusta el ambiente y asistir a las actividades. Lleva el programa en el teléfono y no deja de planificar qué hacer tal día y cómo organizarse para estar a esta hora y a aquélla en un sitio o en otro, y de enredarnos a todos para ir juntos. Se preocupa por los demás con cada cosa que hace, piensa en todos como si fuéramos ella misma. Beni piensa si no se sentirá sola en realidad. Él se equivoca siempre con estas cosas, así que prefiere no detenerse demasiado en elucubraciones ni en visiones. Esta tarde asistirá de nuevo al Mostoleslam en el Museo de la Ciudad. Nunca participa, pero le gusta escuchar las poesías de los concursantes. Nadie conoce su afición por la poesía. Lo guarda en secreto porque teme que se rían de él. Estaría bien que viniera Paula, mostrarle más actividades y otras cosas diferentes. También abrirse y mostrarse a ella, mostrarle parte de su mundo. Este sábado es la última sesión clasificatoria del año. Hay gente que escribe poesías increíbles, lo que no hay es demasiada gente dispuesta a escucharlas. Beni lo sabe, aunque no se detenga mucho a considerarlo.
Sobre las ocho, después del Mostoleslam, ha quedado con los demás para dar una vuelta por el pueblo y, desde luego, para hablar de las Fiestas. Le dará tiempo de sobra, así que pasará a buscar a José y a Carlos. A ellos les encanta el encierro y están deseando que llegue el viernes trece y el sábado. Las chicas no suelen acompañarlos, se quedan esperando por los alrededores. Este año debería ir con ellas porque tampoco le gustan los encierros a Beni, pero qué pinta él solo con las tres. Se avergüenza un poco de todo esto. A él le gusta el mercadillo, las actuaciones, los fuegos artificiales… A Paula le encantan los fuegos. Quizá sea el mejor momento de las Fiestas, y de todos estos días de despedida, para Beni. Son como una bisagra entre temporadas, se acaba el verano y comienza el curso. Estos días de Fiestas son un paréntesis donde olvidarse de finales y comienzos. Una isla en la que divertirse y pasarlo bien sin pensar en nada más. Beni piensa demasiado. Piensa en aprovechar los Fuegos Artificiales para pedirle salir a Paula, para dar el paso y arriesgarse a perder la amistad. Quizá para arriesgarse a compartir con ella más que una amistad. Sea como sea, todo cambiará. Lo sabe, pero necesita hacerlo, no se puede permanecer encasillado e inmóvil. Es hora. Los Fuegos son un buen momento, a él le encantan, le recuerdan su infancia, con sus padres llevándolos a verlos. Considera que hay en esto un nexo de unión, una metáfora, una imagen agradable: mostrarse a sí mismo en un momento de vulnerabilidad, un momento que evoca la infancia al tiempo que recuerda que ha crecido, que ahora es un chico enamorado de una chica que le provoca alborozos en el corazón. Sin duda, es el momento de mostrarse. Tendrá todas las Fiestas para conquistarla, para realizar maniobras de aproximación, para intensificar las charlas de regreso a casa, para buscarla con la mirada en el portal antes de despedirse y permanecer en pie observándola desaparecer tras las puertas. Asistirá a todos los conciertos con ella y estará allí para cuidarla, para ser el protector invisible, y para acompañarla siempre a casa. Beni apuesta a que ella cuenta con ello.
Ay, sí, las Fiestas Patronales de la Villa. Quién, estimado lector, no conserva gratos recuerdos, si no de cada año, sí de muchos de ellos. Algo diferente nos sucede en ellas cada año. Cabe pensar que, quizá, de manera única; lo cierto es que ejercen una suerte de magia colectiva en la ciudad y en todos cuantos asisten a cada evento. Todos hacemos de esa época algo evidentemente extraordinario. En mi opinión, son esos días en que nos gusta formar parte de cuanto sucede, incluso cuando decidimos pasear por un mercadillo o asistir a un concierto. Nos gusta ese ambiente, todo va bien en ese paréntesis de diversión y de felicidad. Andamos persiguiéndola como si fuera un conejo campestre huyendo del ruido, pero solo tenemos que entregarnos un poco a ella, fluir con estos días y sentirla al hablar de lo bien que lo hemos pasado, lo a gusto que hemos estado o regodearnos en la satisfacción de una tarde o una noche maravillosas. Incluso en cómo nos hemos divertido en los desayunos populares y cómo hemos degustado no sólo unos ricos huevos sino el momento de sentarnos a despacharlos en un rincón libre y en la mejor de las compañías. Son cosas que no se hacen todos los días ni todos los años, son cosas que transcurren en un instante exclusivo y mágico. Paula y Beni creen en la magia. Guardan sus temores, que se enredan con sus deseos y hacen trastrabillar a sus sentimientos, pero creen en la magia, creen en dejarse llevar y no hay duda en que lo harán, en que habrá un tiempo mágico, probablemente a la luz de los fuegos artificiales, en que las cosas cambiarán y dejará de haber temores y enredos. Son las cosas que transcurren en los días de celebración de las Fiestas Patronales de Móstoles. Para ti, lector atento, hay sorpresas mágicas por descubrir en estos días. Sal a la calle y disfruta con la familia y con los amigos del programa de estas Fiestas. Da el paso y encuentra tu corazón blanco, una metáfora, un nexo de unión, en este paréntesis que nos otorga la auténtica vida. Tus deseos se verán cumplidos en una sonrisa que resultará fácil reconocer. Es hora de enamorarse.
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