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Columna semanal en esta ocasión una reflexión sobre el segundo mes del año en el municipio. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Febrero
Parecen hacerse cuesta arriba estos días, aplanados por la cotidianeidad y el hastío. Diríase, en ocasiones, que una larga carrera de fondo sobrecarga nuestras piernas y necesitamos recuperar aliento. Llegamos a agradecer la peculiaridad más llamativa de este mes: la brevedad de su duración, debida, en gran parte, a un mero capricho de Julio César, que deseaba que su mes fuera el más largo. Esto, no obstante, son otras batallas de las que hablar en un aparte. Quizá no sea este el mes más monótono y gris. De hecho, podría considerarse un tiempo intermedio, días de cambio, de ese proceso tan necesario y revitalizante de transmutación gradual del invierno en primavera. Pienso en ello como una metáfora también, imagino ese espíritu alegre y vivaracho asomándose por el quicio de la puerta para comprobar la salida del sol. Si ha de ser el mes del amor y la amistad, quizá sean estos los soles que hayamos de esperar con ansiedad adolescente. Dicen que febrero está destinado a mantener la estabilidad y la calma, y que es el mes de la creatividad y la compasión. Siendo puristas de la etimología, el término febrero deriva del latín februarius, es decir, perteneciente a Februa, festival romano de la purificación que tenía lugar el día quince del mes, casi al mismo tiempo que las fiestas Lupercales, en honor de Fauno y de la loba que amamantó a Rómulo y Remo. Februus, dios de los muertos y la purificación, toma su nombre de este Festival, personificando el mes y la purificación. Los dioses no han llegado a nuestros días, pero sus huellas perduran indelebles. Acaso sea esta la forma de inmortalidad que representan: la perdurabilidad de su legado en distintos ámbitos de nuestra vida actual.
No creo que este mes sea especialmente monótono, solo es una época de transición en que la mirada se pierde hacia atrás como hacia adelante y nos pilla en mitad del curso escolar y —aventuro a pensar— del curso profesional e, incluso, del curso biorrítmico. Los destellos de la Cultura en Móstoles, por ejemplo, relucen sin cesar como brillantina dispersa por la ciudad. Así, ha comenzado hoy el Carnaval con el tradicional Certamen de Agrupaciones Carnavalescas, donde comparsas infantiles y adultas amenizan al público y al jurado con divertidas chirigotas de actualidad. Mañana saldrán a la calle para dar vida con sus diversiones al primer domingo de Carnaval, como preámbulo al desfile de Carnaval que recorrerá las calles de nuestra villa el próximo sábado y abrirá un sinfín de actividades lúdicas y culturales que no puedo dejar de recomendaros. Además, este año, tras una década de ausencia, regresa el tradicional entierro de la sardina. Sí, el proceso de transición hacia la calidez de la primavera incluye las fiestas de Carnaval, donde no dejan de brillar los soles del amor y de la amistad. Febrero también es esto y es de color violeta, el color de la creatividad y la originalidad, asociado a la sabiduría y la espiritualidad, que no solo son llamas de vela y olores a incienso y libros, sino que también son alborozo, relajación y festividad.
Febrero fue el último mes añadido al año, que tenía diez meses (304 días) en el calendario romano primitivo, atribuido a Rómulo. Numa Pompilio, segundo rey de Roma y sucesor de Rómulo, añadió los meses de enero y febrero para alinear el año con el calendario solar, de 365 días. De ahí, también, que fuera el mes al que se ajustaran los días. El mes en que finaliza el invierno con el comienzo del deshielo, que prepara la tierra para la siembra. Algunas lenguas dicen que, en estas tareas, los esclavos se infectaban de hongos en los pies, padeciendo fiebres altas y que, por ello, el mes debe el nombre a esas fiebres, atribuidas a un dios perverso, pero estas historias siguen la trayectoria de leyendas sin sólidos argumentos históricos. Lo cierto es que febrero ha pasado a ser el segundo mes del año, sigue representando el final del invierno y puede considerarse un mes de transición a las lluvias, las nubes y los soles de la primavera, que acabará deleitándonos con su despliegue natural de belleza en tanto altera nuestra sangre como aquella chica loca y divertida del instituto, a la que también podías ver apesadumbrada y recatada en más de un momento.
El pasado diecinueve de este mes se celebró un Maratón de donación de sangre en el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, que continúa sembrando éxitos en diferentes aspectos de su extensa labor. También hemos sabido que comenzarán pronto las obras de remodelación y mejora del Hospital de Móstoles, aquel al que nos referimos cariñosamente como “hospital antiguo”. La obras incluyen la construcción de un nuevo edificio asistencial de siete plantas, que supondrá una evolución importante en su capacidad y calidad asistencial. Cambios, vida. Los procesos de transformación traen futuro, pueden verse como una muda de ropa y de hábitos, como cambios de gustos musicales al emprender una nueva etapa vital. Crecemos.
Paseo por las calles de Móstoles en las tardes que han comenzado a alargarse, y respiro el aire que anuncia la primavera. Mi madre diría aquello del cuarenta de mayo y, como ella forma parte de mi espíritu, respiro abrigado ese aire, recordando otra máxima popular suya: más vale sudar que estornudar. No debemos descuidarnos, pues febrero aún es el final del invierno. La primavera llegará el veinte de marzo y lo hará con fríos y lluvias, despistándonos con soles y calores. Concluyo de manera precipitada en que llega a Móstoles esa chica loca y divertida con la que hemos de ser pacientes en sus momentos de pesadumbre, y a la que habremos de consolar bajo las nubes y la lluvia como quien retira el barro de un brillante hallazgo arqueológico, para llegar a ver refulgir su sonrisa de flor primaveral, colmada de vitalidad y vestida con colores deslumbrantes que nos harán sentir la vida corriendo por nuestra sangre. Cuando la conozcas, no la dejes pasar de largo, quédate cerca, estate atento a sus explosiones de alegría, a sus destellos de sabiduría y diversión, y no dejes de abrigarla en los días de frío y de protegerla de la lluvia, quizá con una bebida caliente y reconfortante, con algún silencio acompañado o la brisa de un gesto acogedor. Sobre todo, no muestres apatía ni desolación. Piensa que esta época solo es un proceso, un camino hacia el horizonte, que deja atrás lo andado y acerca lo venidero. Sé leal a ella, confía en ella. La lealtad es confiar en el otro, ser fiel a los demás, permitiéndonos desarrollar lazos de amistad y de amor, y crear vínculos sólidos de confianza. Febrero representa, en cierto modo, el compromiso de compartir con los demás lo mejor de nosotros mismos; nos otorga ese tiempo de cambio y crecimiento, ese tiempo necesario para transformarnos en una hermosa mariposa recorriendo una ciudad con alma y corazón. Nuestra ciudad.
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