Nueva columna semanal sobre uno de los eventos más importantes de la ciudad. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Feria del Libro
Aún puede ser pronto. Las grandes Ferias, como todo lo bueno, requieren tiempo para crecer y madurar. Y, en su segunda edición, es lo primero que cabe resaltar de la Feria del Libro de Móstoles: su deseo de mejorar cada año. La disposición de las casetas ha permitido crear un ambiente más entrañable y acogedor. Estuvieron presentes quince casetas, tres más que el año pasado. Librerías, asociaciones y la estimada presencia de la Biblioteca Central de Móstoles, lograron una asistencia superior a la del año pasado. Encuentros literarios, firmas de autores, «cuentalleres» familiares, «bicicuentos», teatro de guiñol, manualidades, bingo literario, pasacalles, teatro de improvisación literaria y otras actividades novedosas amenizaron la Feria durante todo el fin de semana. De inicio, irrumpieron dos zancudos, un malabarista, un caminante sobre una bola enorme y una niña en un triciclo, atrayendo la atención de niños y adultos. Aquella entrada anunciaba que la Feria del Libro de Móstoles guardaba gratas sorpresas a sus visitantes, como así fue durante los tres días.
La presencia de conocidas librerías de Móstoles como El baúl de sueños, Desiderata, El gnomo sabio, Las mussas y Belinda, entre otras, son una afectuosa constante que los consumidos lectores valoramos y que aporta a la Feria un distintivo de tradición y encuentro.
El esfuerzo de los libreros por decorar sus casetas acorde al momento y por mostrar una amplia gama de libros y lecturas a nuestro alcance, asesorando e informando a los lectores sobre búsquedas y hallazgos literarios, recomendando los libros más adecuados a cada necesidad y acogiendo a autores para firmar sus ejemplares, trajo gratas sensaciones sobre la esencia de esta Feria y sobre el carácter que han tenido siempre las librerías, abiertas a la realización de talleres y presentaciones literarias.
Decía André Gide: «ante ciertos libros uno se pregunta: ¿Quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿Qué leerán? Y al fin los libros y las personas se encuentran». La Feria del Libro de Móstoles realza este encuentro, esta comunicación relevante, entre libros y personas. Autores y lectores hablan sobre escritura y sobre libros, y éstos encuentran un hogar más allá de la casa en la que son acogidos. Su verdadero hogar, la mente y el corazón del lector, es cálido y reconfortante. Ahí conversan las letras y el pensamiento, ahí crecemos expectantes ante la narrativa que nos envuelve y nos lleva por parajes, acontecimientos y reflexiones que nos abren la mirada. Encontramos ávidos lectores, aficionados a un determinado autor, lectores noveles y lectores aventureros en busca de nuevos nombres y nuevas formas de narrar, y encontramos lectores adultos y lectores infantiles. Hay quien pasaba por allí y ojeó las casetas deteniéndose en una, intrigado por los libros expuestos en ella; hay quien se acercó a buscar títulos en concreto, quien llevó a los niños, ilusionados lectores, y compró un libro más para sí mismo. Así es el mundo del libro, que aún cobra más vida en la Feria. Una Feria que dispuso de un entrañable puesto de palomitas gratuitas a los que se acercaban niños y adultos para tomar un tentempié en tanto disfrutar de las actividades y las casetas. Pronto, la mayoría de los asistentes llevaban al hombro la bonita bolsa de tela de la Feria del Libro de Móstoles en que los libreros entregaban los libros a sus compradores. Un gran acierto, he de decir, tanto la bolsa de tela como las palomitas. Detalles que hablan de la mejora que experimenta nuestra Feria del Libro en su segunda edición.
Permítaseme, desde esta columna, apuntar la idea de una megafonía anunciando con cierta periodicidad los autores que están firmando en cada caseta, así como las actividades del día y del momento, entre otras informaciones y avisos. Todo se irá andando. Puede decirse que los pasos dados en esta edición así lo muestran, «y —al decir del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha— se irán dando, amigo Sancho. Se irán dando».
Otra imagen que queda grabada en la retina como un texto de calidad impreso en el papel, es la de los niños sentados ante el escenario y participando activamente en las actividades lúdico-literarias. Tanto bien que hacemos a esas mentes incipientes de corazón inquieto, introduciéndolos en el mundo de la literatura a través de la escucha, de la observación y de la participación, alcanzando a su mano curiosa el pomo de la puerta que da a un inmenso campo de imaginación, creación y sabiduría, y abriéndola con ellos para mostrarles un mundo lleno de color y de vida en todos sus matices. De seguro, que los adultos más experimentados no disfrutan menos de ese momento. Solo hay que observar con detenimiento y dejarse sentir, recordar lecturas y descubrimientos. No son actores, aquéllos sobre el escenario, sino personajes escapados de los libros por unas horas para mostrarnos sus inquietudes, hablarnos de su pasiones y compartir con nosotros sus historias antes de regresar a ellos hasta el día siguiente o el próximo momento.
El libro es cultura, quizá su máxima representación. El rumbo de la Humanidad cambió de manera determinante con la aparición de la escritura y es gracias a ella que ha evolucionado hasta este momento de la existencia. Podemos conocer más allá, gracias a los libros. Conocer pensamientos, compartir narraciones, disfrutar de emociones y rebosar de vida, gracias a los libros.
Aún puede ser pronto, pero me atrevo a considerar que la Feria del Libro de Móstoles irá cobrando relevancia y transformándose en un evento aún más esperado y de mayor éxito siguiendo estos pasos iniciados. Conservo la bolsa de tela de esta edición, algunas fotografías de instantes memorables y los libros adquiridos, pero también se han imprimido instantes en el corazón. Aquellos en que he disfrutado observando y sintiendo, y aquellos en que he compartido una conversación, un intercambio de puntos de vista, un saludo, unos pasos hacia una caseta o hacia el escenario. Sentir es un ejercicio vital que hemos de practicar con frecuencia: sentir el trabajo de los cuentacuentos y los monitores de los talleres, sentir la inconmensurable labor de la organización, de las librerías y los animadores, incluso de la chica de las palomitas, que inspiraría un relato a cualquier escritor curtido. Sentir y sentirse agradecido por hacerlo, por ello y por la labor de tantas personas que hacen posible la magia que transcurre en la Feria del Libro de Móstoles. Una magia de la que ya deseamos volver a formar parte el próximo año. Aún puede ser pronto, pero estamos en el camino y ahí nos encontraremos.
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