Mes de cambios fin de curso, comienzo del verano y nuevas formas de disfrutar la ciudad. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Junio
«Iunius», mes de Juno, diosa romana del matrimonio y de la familia, esposa de Júpiter, llamado así por ser el mes dedicado a esta diosa, aunque existen versiones que afirman que recibió este nombre por ser el mes dedicado a los Juniores del pueblo, los menores de edad. En cualquier caso, matrimonio, familia, niños y luz son elementos intrínsecos a este mes peculiar, que marca el inicio del verano en el hemisferio norte y cuyos días traen el solsticio de verano, el día con más horas de luz del año. Junio trae los exámenes finales, la hora de la verdad, la cosecha del año escolar, el comienzo del fin progresivo de las clases y la proyección de un verano nuevo. Las asignaturas finalizan con las notas del último examen y van abriéndose horas libres en el día, horas que se aprovechan para estudiar o para reunirse con amigos en el parque. Así, las horas de las asignaturas van esfumándose en silencios hasta desaparecer la necesidad de acudir a las aulas. Las piscinas comienzan a inaugurar la temporada y las ropas quedan olvidadas en el fondo de un armario de invierno. Los padres ven sus hábitos trastocados y el verano nos trae aquello que anhelamos aun sin saberlo las más de las veces. Añoramos nuestros tiempos mozos y las oportunidades de pasar tiempo preciado con la persona a la que pretendemos entre el calor sofocante y la frescura de una bebida dulce. El amargo líquido amarillo refresca las terrazas junto al dulce tinto de verano. Los días se alargan y se llega tarde a casa de manera desapercibida, como si aún no fuera hora de cenar, no se hubiera cenado ya ni hubiese llegado la hora de dormir hasta el día siguiente. Estos días, los siguientes, se reciben con mayor expectación desde las primeras horas de la mañana en que el sol, como una mascota traviesa o un niño inquieto desperezado desde bien temprano, cosquillea los párpados requiriendo atención. Juno es también la diosa del amor en ese sentido familiar. El amor no es solo belleza y sentimientos nobles, también implica sacrificios y dolor. Cuando tienes más oportunidades de conquistar a la persona que pretendes, ésta se va de vacaciones con los padres, inmersos en la logística y planificación de unos días contradictorios, ya que no son las vacaciones que se disfrutaban antaño sino que ahora implican responsabilidades de mayor magnitud. Los grumetes ahora son capitanes y la diversión muda sus ropas, su apariencia y su calado. Cuando seas padre comerás huevos, sentenciaba mi madre con frecuencia. Y acabarás empachado, añadiría ahora el capitán en tono sarcástico, sonriendo porque, en el fondo, no es tan severo como lo pintan y nunca se ha empachado.
Móstoles ofrece una amplia variedad de eventos y de actividades, culturales y de entretenimiento, para todas las edades, encontrándose con los ciudadanos que salen al sol colmando las calles ávidos de diversión en sus horas de solaz. Tuve la ocasión de acudir a las primeras colonias urbanas que se organizaron en la ciudad y que, entonces, causaron gran impacto y resultaron un acontecimiento popular. Tan buena fue la experiencia en la primera quincena, que regresé en la segunda. Muchos hicieron lo propio. Imagina, una escuela relajada todo el día, un campamento en casa… Siempre me parecieron una gran iniciativa, incluso pasadas unas décadas de aquel inicio, y asumiendo los cambios significativos que habrán sufrido su programación y enfoque.
Junio es el mes de los helados de vainilla, un aroma envolvente que transmite ternura y calidez, afecto y cercanía. Muchos son los adeptos a este sabor que florece en estos días acompañado de las frutas tropicales y amenizados con una tradicional sangría bien fresca, por favor, disfrutada en una terraza natural ambientada con fragancias naturales del jardín de bayas frescas, y la tenue y anaranjada luz de los farolillos al anochecer. Momentos en que las conversaciones se destensan y se deslizan con suavidad en el aire, que se respira sosegado, cándido y sincero. Los colores naranja, amarillos y blancos, entre otros, colorean la época luciendo como telas engalanadas al viento. Quizá sean estos los días en que podemos encontrar algo de nuestra esencia más elemental, encontrar en la sencillez algo de nuestra candorosa ilusión en el verano y en el mundo de posibilidades que nos abre de manera tan resplandeciente.
Los tiempos han cambiado en exceso, no solo nosotros. Donde antes podía transformarse un espacio en un rincón acogedor y lleno de vitalidad, ahora es posible que desistamos siquiera de tal imagen, actuando de manera desidiosa o repetitiva como quien se pregunta para qué emprender la iniciativa o reitera una y otra vez lo esperado, la manera metódica de afrontar los días de verano. Junio es la transición hacia esa época y es su inicio. Mi padre disfrutaba comiendo melocotones, quizá fuera de sus frutas predilectas junto con la sandía. Era en esta época cuando, durante unos años, comenzábamos nuestras excursiones a la montaña y, en alguna ocasión, compramos una sandía y la dejamos un rato en el río de aguas gélidas en las que refrescábamos nuestros adoloridos y harto cansados pies, así como la nuca, la cara y los brazos. Al cabo de un rato, abríamos esa sandía fresca y reponíamos nuestras mermadas fuerzas, reestableciendo nuestro inagotable espíritu aventurero.
El cambio climático hace del calor un elemento más abrasador cada año. Cabe sumar que nuestra juventud no lo acusaba como lo acusa ahora nuestra madurez. Puedes pensar en estas cosas y concluir en lo agotador y sofocante de estos días que, como todos los demás, no sobrevienen a gusto de todos, pero podemos coincidir en que son días de luz —no solo solar—, días de alegría y de esparcimiento, días de iniciativa y días de comunicarnos de manera más efectiva y afectiva porque somos más tolerantes y porque buscamos el sosiego espiritual incluso en el alborozo del entretenimiento. Son días en que nace mojar con picardía al compañero para divertirse aprovechando que se encuentra cerca del agua fresca del río, que desciende caudaloso por el deshielo. Son días en que nace verse con los amigos, ir al cine, tomar helados paseando y charlar de todo y de nada. Son días, sobre todo, que resultan la antesala y la promesa de todas estas vivencias. Lástima, rememoro en este momento, la desaparición de las cartas que enviábamos a nuestras amistades relatando fortunas e infortunios de nuestros días de asueto. Cartas que mostraban una unión que desconozco si seguirá existiendo de manera tan sólida y esperanzadora como antaño. Persisto en mantener la esperanza en ello.
Móstoles dejó de ser una ciudad dormitorio hace algunas décadas y dejó de ser solo un punto de partida. Contemplo ahora su programación inicial, consciente de las sorpresas que aún nos aguardan, y me percato de una ciudad que se ha convertido en destino, una ciudad donde bien pueden disfrutarse estos días que comienzan en Junio. Días de ilusión y expectativas, días de mudanza de hábitos, de vestirse con poco y cómodo, y de disfrutar en un paréntesis abierto en el año para descansar en cierto modo de los días gobernados por las nubes procelosas y las horas nocturnas. Toma con calma el mes, el cuarenta de mayo podrás mudar los armarios, sacar la ropa de verano y lucir tipo y sonrisa. Permite que los días ocurran y espera que, de ellos, nazca lo inesperado. Es tiempo de que ocurra cuando menos lo esperes. Sólo déjate llevar.
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