Nueva columna semanal sobre los amores adolescentes y sus silencios desde las fiestas de Móstoles. ¿Quién anda ahí? Móstoles: La movida

Los grandes amores adolescentes se sienten en silencio, de manera discreta y en una intimidad inconfesable. Él la observa a distancia y teme hablar con ella, quien se fija de reojo y procura coincidir con él, temerosa de ser descubierta. Ambos aturden a sus respectivas amistades con sus soliloquios sobre lo guapo y lo bella que son, relatan dónde lo han visto y lo que estaba haciendo; ella ofrece más detalles, él queda cegado por la belleza incluso de sus movimientos gráciles al colocarse la mochila, de sus zapatos o de su forma de andar. Todo en ella es embriagadora belleza que lo cautiva. Ella no deja de pensarle, de imaginar y de sentir.

Y todo transcurre en silencio y en esa intimidad inconfesable, pues, aunque comparten con sus amistades algo de lo que les sucede, no lo comparten todo, atesoran para sí la semilla, el sentimiento intenso y puro, sus pensamientos más profundos y tantos suspiros que dan la vida al tiempo de parecer quitarla. Ambos guardan la última esperanza del verano, antes de comenzar las clases, este año en institutos diferentes: ella en el Manuel de Falla y él en Los Rosales. Tendrán ocasión de verse en los fuegos artificiales del jueves por la noche.

Tienen amigos en común y saben que coincidirán. Son tres grupos, en verdad, pero algunos de uno y de otro se conocen de otras actividades y carambolas (del baloncesto, de clases extraescolares o de ser vecinos) y hay ocasiones en que todos coinciden. Son como tres diagramas de Venn, alguno de cuyos elementos coinciden en las intersecciones. Así se conocieron ellos, en la intersección de esos diagramas. Pasaron desapercibidos entre los demás sin perder el quite el uno del otro, pero sin hablarse. Todos irán a los fuegos en la explanada del Andrés Torrejón y esperan encontrarse allí. También han pensado en ir a la fiesta de Europa FM en Finca Liana y seguro que habrá más momentos. Estas fiestas de Móstoles son la última oportunidad de coincidir.

Después, algo les dice que no volverán a verse. Los grupos no son sólidos y los diagramas son frágiles. Los elementos crecen y los estudios les van absorbiendo tiempo y atención, por no hablar de las responsabilidades, que también les requieren más y más tiempo cada vez. Las responsabilidades son la mayor causa de desintegración de los diagramas, son las que impiden coincidir en intersecciones que van desapareciendo y perdiendo su estatus de zona de confort. Ella teme perderlo y él está convencido de no volver a verla si no aprovecha este tiempo.

Ella le contó a su amiga cómo coincidieron en el 524 hace unos días y él no se percató de su presencia. Le vio en la parte trasera y se sentó delante. Se moría de ganas de sentarse a su lado, pero también se moría de vergüenza solo de pensar en hacerlo. Él la vio entrar y despistó la mirada para que ella no lo pillara observándola. No la quitó el ojo de encima en todo el trayecto, deseando que éste permaneciera siempre puesto en ella, pues no imaginaba mejor lugar para posar la vista como pudiera hacerlo un gorrión asustadizo sobre una delicada mano, en busca de cálido cobijo.

Se preguntaba por qué no era capaz. No era un chico tímido, precisamente. En tanto, ella se preguntaba si hacía bien, si no sería mejor olvidar, pero no podía. Levantarse, no levantarse. Cuando llegaron a su parada, ella se acercó a la puerta de salida y sus miradas se entrecruzaron. Se saludaron con la mano y un gesto de cabeza, antes de abrirse la puerta para permitirla descender y caminar sin prisa hacia alguna parte a la que a él le hubiera gustado dirigirse con ella, a su lado, de su mano, juntos.

Lo cierto es que desconocen que hay amigos en común enterados del romance. De hecho, el asunto es vox populi y todos coinciden en que no llegarán a nada si los demás no proyectan un empujoncito. Los consejos respectivos de unos y de otros no han mellado, no ha surtido efecto el acicate para que ella o él den un paso de acercamiento, así que las amistades han pensado en varias ocasiones durante las fiestas. La última, si fallan algunos encuentros en el mercado artesanal de Pradillo, será en la noche de la movida, el domingo por la noche.

Esa noche harán lo posible por dejarlos solos, ya lo tienen pensado. Tendrán que hablar, aunque sea para preguntarse dónde están los demás. Una vez que hablen, todo irá resultando más sencillo para ellos. Los amores llevados en silencio y en una intimidad inconfesable estallan con mayor intensidad al desvelarse. No saben aún que toda esa intensidad es la que los desgasta, pero nadie es quién para predecir el futuro y éste nada tiene que ver con la experiencia adolescente de la primera vez, del primer contacto corporal, del primer beso y los primeros pasos de la mano, de la primera mirada a escasa distancia, de las primeras sonrisas inocentes y de las primeras sensaciones de felicidad plena.

Esas experiencias solo entienden de presente y dejan que sea él quien los lleve por el futuro construyendo un pasado al que mirar con esa misma ternura y sonrisa de la primera vez. Habrá un día en el que acudan a la feria de Móstoles y busquen un puesto de pulseras, piedras y adornos en el que adquirir el tradicional colgante de ese año. Los coleccionarán como símbolo de su amor y de su unión. Un colgante cada año, un colgante para cada corazón. Él le regala uno y ella le corresponde con el otro.

Un collar escogido por el otro. Esa es la artesanía de estas fechas, así se trabaja la madera de la que uno está hecho y así se forjan los lazos que nos unen a quien amamos. Todo comienza por el azar, por una coincidencia, por conocer a un amigo en el instituto o sentarte en una silla determinada o coincidir en un momento dado. Pequeños detalles sin importancia que se concatenan y nos derivan al instante primordial en que todo cambiará, el preciso instante en que una llama prende en la hojarasca para crecerse en la leña y elevarse al cielo.

Quizá esa pareja perdure, quizá la nieve cuaje y la semilla arraigue. Cabe en lo posible que la vida juntos se desenvuelva en la misma ciudad que los vio nacer, que los llevó a conocerse y cobijó su amor durante décadas hasta un hoy en el que celebren los años de camino de la mano, los años de una intimidad deseable y placentera, amigable, amorosa y sentida en lo más profundo.

Es posible que se encuentren en el paseo con alguna de aquellas amistades y ésta sonría con picardía al verlos, aprovechando la oportunidad para recordarles lo cerca que estuvieron de perderlo todo antes de haberlo tenido siquiera. Les desvelará las componendas que organizaron los amigos aquella noche de la movida en la que actuaban Los Secretos, para darles la oportunidad de quedarse a solas y conocerse en un marco propicio.

Todos sonreirán, tomarán algo para ponerse al día y recordarán tiempos pasados. Pero eso será dentro de algunos años. Ahora siguen en la disyuntiva de dar o no el paso, de encontrar el momento y las palabras, y de coincidir en un mismo lugar a un mismo tiempo. Saben que las fiestas de Móstoles y este fin de semana serán la última ocasión.

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