¿Quién anda ahí? Móstoles: Zona Verde

¿Quién anda ahí? Móstoles: Zona Verde

Nuevo artículo de opinión de fin de semana reflexionando sobre morales y jardines. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Zona Verde

Me enseñaron, desde muy niño, que los jardines no se pisan, que los jardines se respetan, estén donde estén, así como los árboles. Ahora parece que se extiende el mal hábito de pasear dueños y perros por los jardines. Supongo que hay dos razones para que se extienda este acto incívico: uno, por imitación (si alguien lo hace, yo también); dos, para eludir la recogida de excrementos (hay una manual de usos y estilo en esto). En todo caso, hay que tomar conciencia, al menos, de que se obra con total falta de respeto y de civismo y de que, por mucho que se presuma de ser una bella persona, ese obrar muestra todo lo opuesto.

Años atrás, se colocaban carteles disuasorios en los jardines prohibiendo pisar el césped, otrosí, como digo, de educarnos desde niños, a respetar el césped y los jardines. Bueno es amar a los animales, pero también hay que amar a las plantas y amar y cuidar las zonas verdes, que son seres vivos igual. Bueno es amar a los perros y a los gatos como si fueran hijos (que no lo son), pero de nada sirve todo ese amor si no hay civismo y respeto por algo tan sencillo como respetar los jardines y el césped, que, si me apuras, son hermosas mascotas de nuestra ciudad.

No hay polémica en esto, solo puede haber concienciación. Podemos reconocer nuestros errores y aprender de ellos. Quién no ha aprendido algo y los malos hábitos lo han llevado a desaprenderlo. A todos nos sucede esto y, de igual manera, todos deberíamos tener la capacidad de retornar a la senda del buen comportamiento, revisar nuestro proceder y aplicar sin paliativos ni excepciones las elementales normas de convivencia. ¿De qué sirve luchar por zonas verdes que maltratamos después? Seguramente, habrá quien diga que el asfalto está demasiado caliente para sus patas. ¿Puede ser? Si el suelo estuviera a cincuenta grados, ni saldríamos a la calle por el calor que sube a tal magnitud la temperatura en las aceras. Por otro lado, junto a muchos jardines, corren caminos de tierra. En cualquier caso, no parece un argumento sólido sino, más bien, una justificación llana para comportarse de manera irrespetuosa, y diría que egoísta.

Me detengo en este acto porque vengo observando cómo se convierte en un hábito detestable. Tener una mascota implica responsabilidad, no solo con el animal sino con la sociedad. Si las aceras se encuentran sucias de orines de perro hasta el punto en que el hedor es insoportable, máxime en verano, no puede culparse a los servicios municipales de limpieza, que realizan su estimable labor en la ciudad. Hay una parte de responsabilidad del ciudadano, que es el primero que debe cuidar las calles y las zonas verdes. Algo similar ocurre con las papeleras cuando no se usan o se utilizan de manera inadecuada, por ejemplo, para desechar las bolsas con los excrementos de los perros. Y lo mismo podríamos hablar del hedor de muchos descampados por los que los dueños pasean a sus perros para no recoger los excrementos.

Por supuesto, no pretendo generalizar. Apunto a los malos hábitos que comienzan a generalizarse. Pasear por los jardines con el perro es un punto más en la escala. Desconozco si el único motivo es el de no recoger los excrementos o el convencimiento de que el placer de pisar, dueños y perros, la hierba prevalece sobre el civismo y la responsabilidad de cuidar nuestros jardines y parques. Quizá la causa sea lo de menos, lo grave es que perdamos la noción de los valores y la perspectiva sobre el comportamiento social; lo grave es que prevalezca el interés individual sobre el bien común, algo que seguimos normalizando de manera escandalosa.

Nuestra sociedad, a grandes rasgos, ha perdido sus valores en las últimas décadas. Podemos estar de acuerdo en esto. Ya no educamos a los perros ni a los hijos porque nos parece mejor —y, desde luego, más cómodo—, permitir que obren a su albur, en la falsa creencia de estar otorgándoles libertad. No es así. La educación es necesaria, imprescindible. Podemos aprender a no hacer uso de la violencia que se ha utilizado en otros tiempos, pero hemos de educar. Los jardines no se pisan, en los jardines no se tira basura. La ciudad y el bien común, se cuidan.

No deseo pecar de moralista. Sí considero que, cuando se pierde el rumbo, es sabio reconocerlo y rectificar para recuperar valores que nos hacen mejores como sociedad y, desde luego, como personas. Nuestros padres, aquélla generación a la que la tecnología y los pensamientos vanguardistas hasta lo ridículo les quedaban lejos, sabían que hay que convivir, que hay que respetar a los mayores, que las cosas se piden por favor y que hay que agradecer y dar las gracias, que no se empieza a comer hasta que todos estén en la mesa ni se levanta de ella hasta que todos acaben de comer, que no se pega a otros niños, que se respeta a los profesores, que no se corre ni se grita en lugares públicos como hospitales, ambulatorios, bancos y otros, que se cede el paso, que los perros se llevan atados, que no tienes prioridad cuando montas en bicicleta o patinete y que no se molesta a los demás. Muchos recordaréis todas estas y otras normas de convivencia. Si te resuenan a algo antiguo, si piensas que son exageradas, te encuentras, sinceramente, en ese grupo de personas que debe reflexionar sobre el camino y volver a calibrar sus valores, su actitud y su comportamiento. Antaño, quizá estas normas pecaran de exceso en algunas ocasiones, como es el caso de tratar de usted en señal de respeto, pero la esencia de las normas prevalece y es la que debemos aplicar en sociedad si deseamos una convivencia pacífica y amable.

Como digo, apreciado lector, no presento debate polémico. Solo propongo reflexionar sobre lo que hacemos, detenernos a preguntarnos por nuestros principios y por nuestros actos, reconocer que podemos estar equivocados en alguna de nuestras convicciones, por cómodas que nos resulten y por seguros que estemos de estar obrando bien. Soy una persona constructiva, siempre busco mejorar lo presente y siempre trato de encontrar el equilibrio. Hay cosas que se han ido de las manos, a mi modo de ver, y considero sano reconocerlas y obrar en consecuencia, aportar nuestro granito de arena y nuestra brizna de hierba. El mundo, la ciudad, la sociedad, es mejor cuando nosotros hacemos por ser mejores.

Respecto al pasado, no lo deseches por ser algo antiguo. El pasado es el que mejor ayuda nos presta a la hora de avanzar porque en él se encuentra la experiencia.

Por favor, abandonad, si lo tenéis, el mal hábito de pisar los jardines y de pasear por ellos al perro. Cuidemos las zonas verdes y, de paso, recuperemos los valores mínimos, seamos respetuosos y cívicos, y cuidemos la sociedad para que ésta pueda ser algo mejor desde nuestro comportamiento y nuestra ética. Es un buen comienzo. Salir de nosotros mismos y comprendernos como parte de una sociedad.

¡Gracias!