Charlamos con el presidente del F. S. Móstoles. Toni Peña: «Me gustaría que todo el fútbol sala de Móstoles estuviera unido»
Hay personas que simplemente llegan y pasan por los clubes y otras que son directamente el club. Antonio Peña, ‘Toni’, no es solo el presidente del F. S. Móstoles. Es el alma de una entidad que ha vivido el cielo, el infierno y la resurrección. Es alguien que, literalmente, se desvive por su ciudad y por unos colores que defiende con la pasión del primer día, aunque los años pasen y las categorías cambien.
Todo comenzó de la manera más humilde posible, lejos de los palcos y los focos. «La verdad es que el año ni me acuerdo ya, pero empecé cortando entradas con Julián García», rememora Toni con esa cercanía que le caracteriza. Aquella labor duró poco, porque su pasión le pedía estar cerca de la pista: «Un día dije: ‘Mira, yo no quiero cortar entradas, macho, yo quiero ver el partido’. Y nada, luego formé con un amigo, Paco, la peña del Móstoles y viajábamos por toda España». De la grada pasó a la directiva y, tras la salida de Bernardo Reyes, asumió en 2004 una responsabilidad que marcaría su vida.
La bajada a los infiernos y la resurrección del Móstoles

La historia del club bajo su mirada se divide en dos etapas muy marcadas, una cicatriz que separa el sueño de la pesadilla y el posterior renacer. «Pasamos de no ser nada de nada a subir a Primera División, algo inimaginable», relata. Pero aquel sueño se tornó agrio en 2008. «Ya no era nuestro club, ya no era ese equipo familiar… Se nos fue todo de las manos», confiesa con pesar al recordar cómo el abandono de la constructora PSG, patrocinador principal del equipo en aquel entonces, llevó a la desaparición del club y al descenso a Tercera.
Pero el Móstoles es resiliente porque su gente lo es. Tras algunos años de ausencia, una llamada de Jorge, que también trajo consigo el regreso de su hermano Tino De la Cruz, reactivó la maquinaria. «Empezamos otra vez a crecer, a crecer… Tino recuperó la relación con las instituciones, pagamos deudas y, a partir de ahí, otra vez para arriba hasta llegar ahora a Segunda División», afirma con el orgullo de quien ha reconstruido su casa ladrillo a ladrillo.
Hoy, el objetivo del Móstoles es asegurarse y mantenerse en Segunda División, aunque la ambición es intrínseca a este grupo humano. «Somos súper ambiciosos. El alcalde, Manuel, con quien tenemos una relación magnífica, nos pide que subamos a Primera», asegura Toni. A pesar de no estar profesionalizados al máximo —«llevamos el club entre 8 o 10 personas con mucho trabajo, macho»—, la gestión deportiva en manos de Jorge y Tino, a quienes Toni considera la clave del crecimiento del Móstoles «porque ellos sí son profesionales de esto», ha convertido al club en una referencia nacional.
Un refugio social y educativo para centenares de chavales

Es precisamente en la base, en los 400 niños y 800 padres que también conforman el Móstoles, donde Toni encuentra el verdadero sentido de su esfuerzo. Para él, el club es un refugio social y educativo. «Antes que ver a los chavales en el parque con las litronas, prefiero ver a mis chicos con su chándal yendo a entrenar. Aquí les enseñamos valores de actitud, compañerismo y respeto», reflexiona. Su filosofía es clara: todos juegan, todos crecen. «Si quieres competir y ser ambicioso, es lo que necesitas. Al final, mira, sacamos 7 u 8 títulos por temporada y siempre vamos a alguno de los campeonatos de España», añade Toni.
Esa labor ha colocado al Móstoles en la élite formativa. “Creo que estamos entre las tres mejores canteras de España junto al Barça y El Pozo, por títulos y por juego”, sentencia Toni, quien no oculta su emoción al ver a «sus niños» triunfar: “De lo que más orgulloso me siento es cuando algún chaval llega a la élite, tipo Raúl Campos, Borja Blanco o Toni Escribano. Si me tocara una primitiva, me los traía a todos de vuelta y subíamos del tirón”, bromea, aunque en el fondo lo dice muy en serio.
El sueño de unir todo el fútbol sala de Móstoles
Al margen de dejar al equipo en Primera División, su mayor deseo, casi una utopía, es la unidad total: «Me gustaría que todo el fútbol sala de Móstoles estuviera unido, metería en mi directiva a todos (Móstoles Futsal, La Villa…) y seríamos 4.000 personas apoyando. Sé que es difícil, pero sería una ilusión».
Para Toni, desconectar es imposible. Su vida está enfocada al parqué, a los fichajes y a los torneos. Móstoles no es solo su lugar de residencia desde los cinco años, es su identidad. «Para mí el club lo es todo, y la ciudad también. He visto crecer esto cuando había cuatro casas», afirma con emoción.
Antes de despedirse, lanza un mensaje que resume a la perfección cómo es Toni y su visión del deporte: «Que tengamos el deporte para ser amigos de verdad. Que dentro de 10 años los chavales se vean y se abracen. La sociedad está desbocada, la gente se desahoga en el deporte y no debería ser así». Palabra de presidente. Palabra de un hombre que es, ante todo, patrimonio del Móstoles.
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