Adaptación del artículo en la edición de mostoleshoy.com. Orgulloso de Móstoles: Orgulloso de Móstoles: Recuerdos de la Discoteca Edén
* Texto adaptado del cuarto número del periódico impreso de mostoleshoy.com, correspondiente a junio de 2024. Para leer el periódico completo, puedes hacerlo haciendo clic aquí.
Recuerdo como si fuera ayer cuando, con tan solo 18 años, mis amigos Alex, Javi y yo, montados en sus vespinos, cruzábamos todo Móstoles para llegar a la discoteca Edén. Situada junto al hospital universitario, entre las calles Río Miño, Río Duero y la Avenida de Portugal, Edén era un paraíso nocturno que prometía experiencias únicas y un ambiente sin igual.
La primera vez que vi la discoteca, me quedé sin palabras. ¿Una discoteca con piscina y jardín? Nunca había visto algo así. Además, tenía varias pistas de baile, múltiples barras, una zona de Burger, e incluso una pista de patinaje. ¡Era un sueño hecho realidad para cualquier joven de nuestra edad!
Una discoteca única
La selección musical era impecable. Pasábamos horas bailando al ritmo de los éxitos del momento, luciendo nuestros vaqueros de moda Charro, Bonaventura o Liberto. Sin embargo, había una regla curiosa: si llevabas calcetines blancos, no te dejaban entrar. Los porteros, que parecían matones, eran estrictos con esta norma.
Edén se llenaba con 4000 personas cada fin de semana, lo que causaba molestias a los vecinos y usuarios del hospital. A pesar de su popularidad, la discoteca duró poco tiempo abierta. En 1989, el Ayuntamiento ordenó su cierre argumentando la falta de licencias necesarias y tristemente, un vecino que lideró las protestas contra la discoteca fue gravemente herido por desconocidos.
Tras su cierre en julio de 1989, Edén sufrió diferentes incendios que contribuyeron a su deterioro. Durante un tiempo, fue ocupada y, en 2002, el Ayuntamiento decidió demolerla para construir una piscina municipal. Pero para nosotros, Edén siempre será recordada como el lugar donde vivimos noches inolvidables, llenas de música, diversión y amistad. La nostalgia me invade al pensar en aquellos días, en los que cada sábado se convertía en una aventura emocionante, rumbo al paraíso nocturno de Móstoles.
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