¿Quién anda ahí? Móstoles: ADISFIM, las personas

¿Quién anda ahí? Móstoles: ADISFIM, las personas

Nueva columna semanal, en este caso entorno al trabajo una de las asociaciones del municipio. ¿Quién anda ahí? Móstoles: ADISFIM, las personas

Sabemos que la calidad de las personas es la palanca que mueve el mundo. El espíritu y el corazón con que enfrentamos las situaciones personales más difíciles definen nuestra calidad y nuestra trayectoria vital en gran medida. Buen conocedor de esto, no puedo dejar de hablar de las personas que hacen posible ADISFIM y, sobre todo, los logros para una plena integración de los discapacitados como ciudadanos comunes, con los mismos derechos y obligaciones que cualquiera de nosotros. Muchas de estas personas se encuentran representadas hoy por Juan Carlos Arias Bejarano, presidente de ADISFIM. Su historia es una más y es una historia afortunada; no es lo habitual, pero sí comienza a ser lo frecuente, encontrar personas con ese coraje y determinación, con ese espíritu y ese corazón, que no son innatos sino el resultado de una forja. Juan Carlos tenía una vida normalizada que bien podríamos calificar de exitosa, así en el ámbito profesional como en el personal: un buen trabajo, aficiones, vida social, deporte… «Esto le puede pasar a cualquiera, a mí me pasó con cuarenta y siete años, con una vida muy normalizada, normalizada en el sentido de mi trabajo, mis aficiones… y, en cinco días, tanta fiebre, te vas al hospital y te pasa todo después… esto, viene todo esto. Es un tsunami, es un tsunami porque estás ocho meses en el hospital, cincuenta y dos días en coma, y sales… y, de rodillas para abajo, no existes, y encima te dicen que eres una persona de muchísima suerte, porque una enfermedad como esta, de cien personas, noventa no lo cuentan. Yo estoy en ese diez por ciento que va hacia adelante y, afortunadamente, solo me afectó una parte, de rodillas para abajo, nada más».

De acuerdo con las definiciones clínicas, la septicemia o sepsis es una afección grave en la que el cuerpo responde erróneamente a una infección (generalmente, bacteriana). Al activarse en el cuerpo los procesos que combaten infecciones, hacen que los órganos no funcionen de manera correcta y se produce un fallo multiorgánico. La septicemia puede avanzar y producir un choque séptico (disminución considerable de la presión arterial que daña los pulmones, los riñones, el hígado y otra serie de órganos), que puede llevar a la muerte. A Juan Carlos le afectó al pulmón y al riñón, y tuvo dos trombos: uno en la aorta y otro en el pulmón.

«Yo soy una persona de mucha suerte, de muchísima suerte. No, lo digo tal cual. (…) A veces pienso que Dios me dio este “castiguillo” para hacerme ver que tengo potencial para hacer muchas más cosas. (…) Te digo castigo porque, jolín, estaba muy bien. Acababa de estar jugando al tenis en Bilbao unos días antes y tal… y, de repente, en cinco días, la fiebre, es invierno, llevo pelo largo, salgo a las cinco y media para ir a trabajar y… “esto es una gripe”, “jo, la gripe, madre mía”… Tuve una neumonía también, pero la neumonía se curó en cuatro días. Me lo dijeron. Como estuve en coma, el día que me ingresaron me indujeron el coma. Me dijeron que había tenido neumonía, pero la neumonía se curó y hasta hoy. Estamos hablando de catorce años, ha hecho ahora, en Noviembre. Y catorce años, y he ido una sola vez al médico. (…) Lo pasé mal porque en el año noventa me extirparon el bazo porque me quedé sin plaquetas. Entonces, mi sistema inmunológico es más delicado. (…) Yo ya no miro hacia atrás, hace mucho tiempo que dejé de mirar hacia atrás».

Juan Carlos estuvo cincuenta y dos días en coma inducido y permaneció ingresado desde un nueve de noviembre hasta el veintitrés de julio. Al salir del hospital, le derivaron a Rehabilitación, dado que la Seguridad Social mantiene este protocolo para pacientes hospitalizados durante más de ocho meses, concediendo el tiempo de rehabilitación adecuado para cada paciente. Él acudió en ambulancia a Coronel de Palma todos los días durante varios meses. Al finalizar su rehabilitación, le recomendaron ADISFIM. «Pasé dos meses en casa sin saber qué hacer, pero tenía dos opciones: quedarme en casa o hacer algo. Decidí hacer algo. Ahora hago demasiadas cosas, estoy en muchísimos sitios, pero es bueno, esto es positivo, porque estoy ayudando a personas, porque tengo la suerte de poder, mi actitud es de compromiso».

Juan Carlos comenzó pronto a desempeñar sus funciones como Responsable de Recursos Humanos de ADISFIM y fue nombrado presidente de la Asociación en 2013. Piensa en dejarlo pronto porque está convencido de que estos proyectos no deben durar más de ocho años para evitar el efecto de acomodamiento en el cargo. Sin embargo, lo que venimos observando y percibiendo en su labor, lejos del acomodamiento, es una actividad incesante y meritoria de su permanencia, no solo al frente de la Asociación sino de los proyectos que mantiene vivos tanto en ella como fuera de ella. «Gracias a ADISFIM he crecido muchísimo, porque ahora estoy en Madrid, en la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de la Comunidad de Madrid (FAMMA), con dos cargos importantes. Estoy en varios Consejos del Ayuntamiento y estoy en una Fundación para niños, en Boadilla. (…) Creo que he tenido una proyección positiva». Al hablar de proyección,  Juan Carlos se refiere a su evolución personal desde el despertar del coma, y se conmueve cuando piensa en determinados momentos vitales y en las personas que le han ayudado y a las que ha podido ayudar. Sobre su compromiso con la discapacidad, expresa lo siguiente: «Hay mucho camino que recorrer, muchas cosas que hacer y muchas personas a las que ayudar. Y en eso estoy. Y feliz».

Preocupa en ocasiones su devoción y compromiso porque antepone su labor y sus proyectos a sus propias necesidades. Pronto habrá de ser operado por complicaciones en la cadera que, afortunadamente, se resolverán sin mayor trascendencia y somos muchos los que nos alegramos de que, ¡al fin!, haya decidido acudir al hospital después de numerosos meses posponiendo la operación a fin de poder atender su trabajo y sus compromisos. «Hay gente que no entiende lo que voy a decir: a mí la discapacidad me ha dado mucho más de lo que yo voy a dar a la discapacidad, pero es que, a mí, la discapacidad me ha hecho mejor persona. (…) Interiormente, me encuentro muchísimo mejor. Soy mejor persona ahora que antes. Antes no era malo, pero ahora soy mucho mejor que antes».

Sin lugar a duda, Juan Carlos no es un héroe ni es la única persona gracias a cuyo espíritu y corazón el mundo es algo mejor, no en un sentido grandilocuente y elevado sino en un sentido práctico y cercano. Las personas con discapacidad tienen ese don otorgado en un momento de su existencia: el don de conocer íntimamente la elementalidad de la vida y el valor de constituir una sociedad colectiva, y no individual. Nuestra ciudad tiene un largo camino que recorrer, pero también se encuentra recorriéndolo. Ahora bien, es necesario que puedan ver aquellas personas que aún no ven, que puedan tomar conciencia aquéllas a las que ésta les resulta, aún, esquiva. No todos los ciudadanos van a pie, no todos pueden sortear los innumerables obstáculos ni siquiera acceder a un comercio o acceder a una notaría. Juan Carlos forma parte de ADISFIM, pero ADISFIM no es solo Juan Carlos sino un gran número de personas con espíritu y con corazón. Catorce mil discapacitados en Móstoles, más familiares y allegados, más un gran número de discapacitados de otras ciudades que vienen a Móstoles por diferentes motivos. Nos encontramos en el camino, pero también somos necesarios nosotros, los de a pie, los que convivimos a diario con las demás personas, discapacitadas o no, los veamos o no. Y no solo debemos comprometernos, tomar conciencia y convivir de manera efectiva con ellos sino, también, con nosotros mismos. No porque pueda sucedernos algún día cualquier imprevisto que nos siente en una silla de ruedas, sino porque la empatía hacia quienes ya se han de mover con ellas, nos hace mejores como individuos y como sociedad. Comprendo que has escuchado estas palabras y algunas similares, estimado lector. Comprendo que, tanto es así, que hasta conforman un tipo de discurso que, en general, resulta fácil declamar. Si lo piensas, es como el amor. Se han manido tanto la palabra, la idea, el sentimiento y la emoción, que resulta difícil mencionar siquiera la palabra sin desprestigiarse a sí mismo e, incluso, caer en un bochornoso ridículo. Comprende ahora tú, por favor, que ésa es justo la cuestión: se trata del sentimiento y de la emoción sin palabras; se trata de la comprensión, la empatía y la inclusión sin palabras, sentida de manera natural, sin prefabricaciones, en el interior de toda persona, con independencia de cualquier consideración sobre la normalidad. ¿Qué consideras tú normal?, ¿crees acertada tu consideración? El espíritu y el corazón lo son todo y todos los tenemos y los forjamos.

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