¿Quién anda ahí? Móstoles. Adviento

¿Quién anda ahí? Móstoles. Adviento

Reflexiones sobre Móstoles, su ocio y cultura, como parte de otoño antes de la navidad. ¿Quién anda ahí? Móstoles. Adviento

¿Sabes cuando todo se encuentra en silencio y comienza a levantarse el viento? Las hojas de los árboles comienzan a mecerse, el aire silba al encontrarse con ellos y sufre una perturbación que provoca un cambio de presión y esa vibración sonora del aire. Las locomotoras de vapor silbaban de manera similar al llegar a la estación. Las personas se saludaban de lejos con un silbido. El viento trae ese aviso de advenimiento de un suceso. Estos días se ha levantado ese viento entre los árboles y los edificios, y no solo desvela la llegada del invierno.

La semana pasada visité la I Feria Ecofriendly celebrada en Móstoles, donde Storemore Móstoles, recientemente galardonada con el prestigioso Premio a la Sostenibilidad FEDESSA 2024, y pionera en obtener en España la certificación BREEAM Excellent, presentó, de manos de su arquitecto, Héctor Pérez, su innovador y exitoso proyecto en el ámbito de la sostenibilidad. La apertura de este centro de trasteros en nuestra ciudad ha tenido una importante repercusión. Una necesidad que no era usual antes, los trasteros. Las personas y los negocios se arreglaban con el espacio del que disponían. Se guardaban menos objetos, también. Quizá conservamos más cosas ahora y necesitamos más espacio que hacer insuficiente enseguida. Sería una buena idea tener trasteros para las experiencias y las emociones que no usamos habitualmente o de las que nos cuesta deshacernos. Storemore es un buen lugar y un excelente ejemplo: los accesos se activan a través del móvil. Esta es una idea que tomar para los trasteros emocionales, sería como activar esas partes de tu memoria por medio de una aplicación en el teléfono. Todas esas experiencias y emociones que se conservan sin ser útiles a diario podrían subirse a la nube trastero. Estar en las nubes implicaría la necesidad de llevar o traer alguna emoción o experiencia, no estar perdido en el multiverso. Sería una nube segura, que no se llevara el viento y que, de hacerlo, al menos silbara para avisarnos del acontecimiento.

Otro silbido del viento ha traído la celebración del I Festival Móstoles Flamenco. Como trae a colación Víctor Guillén, en su reciente artículo a propósito de este evento, publicado en este diario, el flamenco es un arte popular que forma parte de la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Este fin de semana, Móstoles disfruta de un encuentro artístico que moverá emociones intensas en el público. Se inauguró ayer con un pregón excepcional en la plaza de España y está nutrido de interesantes actuaciones llevadas a cabo por un elenco de artistas reconocidos.

El viento también nos trae mañana la ruta teatralizada sobre El principito, la obra de Antoine de Saint-Exupéry, llevada a cabo por la Escuela de Actores Voluntarios de Móstoles. La obra nace en el Parque de los Planetas y discurre a lo largo del parque lineal Arroyo del Soto, donde se encuentran, como sabéis, las esculturas representativas de la estrella solar y de los planetas Mercurio, Venus, Marte y, por último, la Tierra. Es posible que existan trasteros emocionales en alguno de estos planetas y que haya personas que guarden recuerdos de valor en ellos, entre otras cosas. El principito habla un poco de esto, quién sabe si mañana pueden sernos desveladas algunas verdades.

En tanto experimentamos estas vibraciones del aire, los calendarios de adviento van apareciendo en los escaparates de los comercios y la ciudad comienza a engalanarse para las fechas que se aproximan como un acontecimiento vital silbado por el viento. Las casas, los comercios y las calles se iluminarán de colores pronto y mostrarán hermosos y divertidos adornos navideños. Cada puerta que se abre del calendario de adviento deja en libertad una emoción guardada durante largo tiempo, esperando el día de ver la luz de diciembre. El día uno será el comienzo del calendario y el día antes, treinta de noviembre, se inaugura el tradicional mercado navideño en la Plaza del Pradillo, donde encontraremos productos artesanales, adornos navideños, dulces típicos, atracciones y talleres infantiles y pasacalles, entre otras gratas sorpresas. Este año se iluminarán zonas de Móstoles que no se habían iluminado antes y una galería luminosa recorrerá ciento cuarenta metros de la calle Antonio Hernández. Además, como extraordinaria novedad, el parque Finca Liana acogerá un parque de Navidad con figuras luminosas y guirnaldas que adornarán el paseo por el parque hasta llegar a la zona de fuentes, donde encontraremos casetas con productos navideños y de restauración, una pista de hielo y un tren navideño.

El uno de diciembre, comienzo del calendario de adviento, podría encenderse el alumbrado de estas fiestas. Aún no sabemos el día con exactitud. Sí abriremos una puerta del calendario cada día y encontraremos una sorpresa tras ella. Quizá no muestre nuestros deseos o acierte con ellos tras alguna puerta antes del veinticuatro, pero, de seguro, nos mostrarán una emoción amable, un sentimiento a primera vista. Cada hueco nos mostrará un día por delante, un día menos y un día más. Habrá luz en cada uno y la ilusión infantil que nos despertaba antes de tiempo, volverá a alborozar una parte de nuestro corazón.

Hace frío y el viento silba en la ciudad, se cuela por las calles como el aire por los huecos de la flauta. Avisa de la llegada de los días de adviento, del mes de diciembre y de los últimos momentos del año. Son tiempos de cartas escritas en el aire, de pensamientos introspectivos y de sentimientos profundos. Las preocupaciones, las creencias y descreencias, las frustraciones o el agotamiento no se marchan ni mudan de color, pero las luces de las calles y de las miradas más brillantes, reclaman una atención que, tiempo atrás, guardamos en el trastero por dejar de sernos útil o por resultarnos dolorosa. Hace frío y el tiempo nos mueve a recorrer las calles, a pasear por el ambiente navideño y a dejarnos empapar por la oportunidad de ser algo mejores, al menos durante este tiempo, de ser generosos, de sonreír sin motivo, de observar disfrutar a los pequeños, de romper nuestra rutina y nuestros hábitos, y de crear momentos que podamos recordar, emociones que se graben de manera indeleble en nuestro interior, e instantes que conservemos en algún trastero entrañable para descubrir, al abrir la puerta un día insospechado, que existe felicidad en nosotros y que aún conservamos esa sabiduría en el calendario de nuestra vida; la sabiduría de sabernos aún aquel niño que fuimos y de utilizar al adulto que somos para hacerlo reír y disfrutar con toda la inocencia del mundo, guardada con cariño en su habitación, en el desordenado cuarto del niño. Mira en el trastero y encuentra las luces de colores, el espumillón y los adornos. El viento silba y aventura el advenimiento de días festivos, días de encuentro y días de colores. El corazón lo es todo. Si no lo encuentras, acércate a la nube; quizá lo guardaste en alguna de aquellas cajas. Se acerca el tiempo de mostrarlo al aire y silbar una bonita canción.

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