Nueva columna semanal sobre la verbena de verano que tendrá lugar en Móstoles. ¿Quién anda ahí? Móstoles: Verbena de verano
La perspectiva, en una de sus acepciones, consiste en presentar un conjunto de objetos lejanos a la vista del espectador. Un ejemplo de objetos lejanos es el recuerdo de las visitas a mis tíos cuanto éramos niños. Algún día de verano pernocté en su casa para estar con mi primo. Ellos vivían en la calle de La Coruña, que entonces era una entrada apenas asfaltada a las casas construidas en un descampado entre el comienzo de la avenida del dos de mayo y la avenida de Portugal, que tampoco era ni el asomo de lo que podemos ver hoy. Al caer la noche, las mujeres se reunían en la esquina del primer edificio de la entrada para refrescarse. Se sentaban en aquellas sillas de camping y charlaban sobre cualquier cosa. Me agradaba aquel lugar, un rincón de tierra en el que los críos nos sentíamos realmente a gusto. Los niños siempre se encuentran mejor en la tierra que en el asfalto, y se sienten más libres. Siempre que camino por esa entrada recuerdo esa imagen entrañable junto a otras remembranzas que la memoria trae en cascada con ella. Ahora queda en la lejanía y la perspectiva la presenta a la vista de este hombre que camina por el asfalto en busca de algún resto de paraje silvestre por el que rememorar vivencias como esta.
Los veranos, bien lo sabes, querido lector, son una época de emociones. Acaban los exámenes finales y comienza la expectación por lo que deparará la película más esperada del año. Solo el comienzo de los créditos y las primeras imágenes excitan ya nuestro deseo de aventura. Lo mismo dan, incluso, los resultados de los exámenes. No tanto para los padres, claro, pero esa es otra historia. Junto a la finalización del curso escolar, la apertura de las piscinas puede ser el hito más primordial de la llegada del verano (un hito que conlleva el trascendental estreno de bañadores y bikinis, por supuesto, porque no somos los mismos del año anterior). Allí encontrabas a los amigos, siempre en el mismo lugar, que era como un espacio propio, mirabas a las chicas y, como ellas, presumías lo que pudieras para pavonearte. En general, siempre se trató de vivir y de hacerlo con cierta intensidad. La piscina por la mañana, los paseos por la tarde. Arreglarse, ponerse guapos, pasear, comprar un helado o entrar a tomar un refresco a la cafetería de siempre. Y las noches… las noches eran momentos para salir a refrescarse. Las mujeres se sentaban en sus sillas de camping y los chavales alargábamos los paseos vespertinos salvo que hubiera actividades nocturnas, que entonces las había y no pocas. Los mercadillos, las ferias, los cines al aire libre… Momentos de gloria que la perspectiva nos trae para hacernos sonreír. Seguro, amigo lector, que también se manchó tu blusa o tu camisa con algún refresco o helado en alguna de esas ocasiones. Entonces, los padres limitaban la salida. Por lo general, había que estar en casa a las diez y media de la noche o a las once, con un poco de suerte, pero el verano cambiaba también eso. Podías tener permiso para regresar a la una de la mañana, quizá extenderlo a la una y media.
— Papá, que el cine acaba a esa hora y está el camino de vuelta.
— Venga, las dos en punto, ni un minuto más, ¿eh? Y ven acompañada.
Móstoles viene dando este año indicios de un empeño en recuperar por medio de la Cultura nuestros mejores recuerdos y, aún más, en incrementarlos. Durante el invierno ha realizado diversos actos culturales que muestran el interés determinante en reconciliar esa separación del ciudadano que parecen haber mantenido algunos Centros Culturales y entidades consistoriales a lo largo de estos años. Ahora llega el verano, el curso escolar ha finalizado y las piscinas están abiertas. La emoción acaba de comenzar como acaba de hacerlo la Verbena de Móstoles. Durante los meses de Julio y Agosto, todos los fines de semana, de viernes a domingo, podremos disfrutar de diversos espectáculos nocturnos en la Plaza de la Cultura. Una extraordinaria iniciativa que no solo revitaliza la ciudad sino a las personas que añoramos esa perspectiva y a los chavales y a los jóvenes que podrán recuperar esos momentos en el futuro. Música cubana, jazz, copla, pop, flamenco, rock… Comienza a las nueve y media de la noche y tendremos que pedir permiso para llegar un poco tarde. Sabemos que los amigos, el buen ambiente, la jarana y la charla ralentizan el tiempo, pero prometemos regresar bien acompañados.
Resulta sensacional sentir viva a una ciudad y creo que la Cultura tiene, entre otras, esa virtud, la de hacernos sentir vivos mediante el arte, aprovechar esos momentos en que la noche nos refresca del día para evadirnos de la cotidianeidad y aportarnos vivencias significativas. No importa la edad, lo sabemos bien. Aquellas mujeres sentadas a la entrada de la calle nos veían corretear y jugar, y nosotros sabíamos que estaban los mayores allí, lo cual nos agradaba, aunque tardemos tantos años en descubrirlo y reconocerlo. Lo importante, en verdad, son esas vivencias que anidan en nuestro recuerdo sin necesidad de memorizar nada. Hoy son mera diversión y mañana la perspectiva te las presenta reverdecidas para que las revivas con una sonrisa inevitable, sintiendo lo afortunado que eres con algo tan aparentemente leve como aquella verbena en la que disfrutaste de increíbles noches veraniegas con los amigos e, incluso, con la familia. Noches colmadas de emociones indelebles. Qué importancia vital tienen estos eventos que inciden en nuestras vidas y nos conforman en quienes ahora somos. Solo hemos de vivir con intensidad estos momentos mágicos y permitirnos ser parte de ellos. Gracias, Móstoles. ¡Viva la Verbena!
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